23 abr 2010

Obra, tacos y desconsuelo


El día de ayer me la pasé diambulando por la ciudad, perdido pero bien ubicado, es decir, estaba caminando simplemente por caminar por donde siempre he caminado. Asistí a una plaza comercial muy conocida al sur de la ciudad de México con algunos miembros de mí familia, donde tomamos café y nos recreamos. Estando ahí compré un presente para mí querida amiga María, ya que le debía su regalo de cumpleaños. Me retiré en silencio y tomé marcha hacia una escuela preparatoria más al sur. El metrobus me hace pensar mucho en el polémico Sartre, con su idea de que "el infierno son los otros", y es que siendo franco, es un horror (al menos para una persona como yo), estar en un lugar sobrepoblado de tanta gente carente de higiene y de buenos modales.

Ya llegando al lugar después de un tormentoso viaje, me topé con María y le di su regalo, sinceramente nunca había visto tanta emoción por verme tal y como fue en su caso. Me alegró verle, es una amiga a la que aprecio mucho. Una vez en el lugar, para hacer tiempo, tuve que meterme a un restaurante de tacos...muy concido. No comí, simplemente tomé una pésima agua de jamaica. Ya llegando la hora de una obra de teatro en la escuela de María, proseguí a caminar y me adentré al lugar. $50 míos fueron la llave para ver una obra "A ninguna de las tres" que nunca en mí vida había leído y mucho menos visto. Me quedé con ganas de más pero sé que fue por una buena causa así que ni hablar.

Me topé con varias amistades femeninas, de las cuales solamente pude gozar de una buena plática con 2 o 3 de ellas. Creo que el nerviosísmo por llevar a cabo bien ese evento las mantenía alejadas, cosa que después de todo es entendido. Una amiga me narraba algunos detalles incómodos de su existencia, algunas cosas que pasan que le atormentan, pero ni hablar, tuve que practicar algo de filosofía terapéutica y logré ayudarle a calmar su angustia. Kierkagaard estaría orgulloso de mí sin duda. El evento continuaba y el olor a tacos perfumaba el lugar. Aunque muchos comenzales le entraban con ganas a los placenteros bocadillos...yo me abstuve, digamos que me encontraba sin ganas de comerlos.

Para dar un toque posmoderno, una banda, que humildemente bautizé como "Los Greñas", tocaron cada cosa que terminaron por no robar mi atención total. Cuando se callaron aplaudí precisamente porque ya había terminado el rato de suspenso musical. Debo aceptar que pasé un buen rato, sin embargo creo que algo me hizo falta, tal vez encontrarme con el espíritu que buscaba...simplemente las cosas no se dan tal y como uno quisiera. Desconsolado por ello, regresé a casa, tomé asiento y me quede pensando.

Hasta pronto.

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