7 ago 2009

Cuando se trata de decir adiós


Siendo franco, soy pésimo para las despedidas, y pues me conformo con sólo decir: Hasta pronto.

Es difícil despedirse de las personas que amamos, queremos o respetamos. Es muy cruda la realidad en ese momento, pero no me refiero a la despedida que sólo dura hasta el siguiente día o a la siguiente hora, me refiero a las despedidas que se producen para referirse a una larga ausencia.

Las palabras se vuelven curiosamente imposibles de poder seleccionarlas bien, ya que son palabras que se quedan, palabras que se van con ellos...palabras que siempre se recuerdan. Un adiós puede ser tan corto como largo...yo preferiría jamás decirlo, pero es imposible ese capricho. Sobre todo es difícil irse cuando no se quiere ir.

Las miradas son también buenas para un lenguaje más serio, son muchas y con tantos significados que pueden resumir todo el verbo. El lenguaje corporal en verdad es una bendición.

Pienso mucho en las despedidas que no llegan a convertirse en reencuentros. Me refiero al eterno adiós...al "nos veremos después", al "estaremos juntos llegando el momento". Lo pienso y lo vivo a diario, pues cuánta gente sin saberlo, se despide y ya nunca se volverá a ver. Son tragedias que dan sentido a la vida aunque suene extraño.

La melancolía es tan necesaria en esos momentos...que por algo se aprendió a usar para las buenas representaciones teatrales. Hace un buen tiempo que no veo ese tipo de obras, son puro engaño e insulto a la fina percepción artística. Pero siguen ahí...algo han de brindar tal vez en un futuro.

E irónicamente, en esta ocasión digo...

Hasta pronto.

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