13 mar 2009

Los ancianos


Hace tiempo que tenía pensado poner alguna que otra anécdota ajena a mi vida, pero que sin lugar a la más mínima duda, se ha colado de manera cómica (eso creo), y pues no veo una razón que me impida hacer ese pensamiento algo que forme parte de la realidad.

El joven cuenta:

Una tarde, hablando de esas en las que gozo poder tomar un buen café, sentado esperando poder hacer mi petición a la amable señorita del lugar, no tardé en ser testigo de algo que me pareció sencillamente interesante. Dos ancianos, no pasando los 80 (pero si los pasaban, que bien se conservan), se colocaron en una mesa enfrente a donde me encontraba, uno de ellos empezó a hablar mientras que el otro, prendía con absoluta discreción su vieja pipa. El primero parecía interesado en compartir algo, un sentimiento quizá o simplemente una plática digna de un café, mientras que el otro no negaba haber sido un galán, ya que coqueteaba con cada jovencita que pasaba frente a su nariz.

El primero se ajustaba cada minuto sus diminutos lentes, el otro simplemente contemplaba su alrededor de una forma intranquila. Habían pasado tal vez unos 15 minutos, cuando me percaté que el primer anciano, se levantaba, agarraba su sombrero, se despedía cordialmente del otro y marchó fuera del café. El otro simplemente parecía confundido.

Del mismo modo, se levantó, tomó el último trago a su café, y dirigiendo su calavérica figura hacia mí, se inclinó y preguntó:

¿Tu sabes quién era ese anciano fastidioso?...por que yo no.

Y despidiéndose, prosiguió su vida fuera del establecimiento.

La verdad sigo sin entender lo que me ha contado aquel joven, pero...hay cosas que dan risa y al mismo tiempo miedo.

Hasta pronto.

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