
En sus momentos cómicos, el buen Kierkegaard decidió escribir en 1845 lo que hubiera sido un diálogo entre el más grande de la filosofía antigua, el queridísimo Sócrates y su cuestionado cliente de la crítica...Hegel.
Me gustaría compartir con ustedes este diálogo, con toques de inocente sarcásmo.
Hasta pronto.
Sócrates está sentado a la vera de una corriente de leves ondas y escucha el murmullo del agua. Hegel está sentado en una mesa y lee la Investigaciones lógicas, parte II, p. 197 de Trendelemburg. Se dirige a Sócrates en tono quejumbroso:
Sócrates: ¿Empezaremos por estar en completo desacuerdo o de acuerdo sobre algún punto que llamaremos una hipótesis?
Hegel:...
Sócrates: ¿Con qué hipótesis empiezas?
Hegel: Absolutamente con ninguna.
Sócrates: Es muy posible; tal vez es que no empiezas en absoluto.
Hegel: ¿No empezar yo? ¿yo que he escrito veintiún volúmenes?
Sócrates: ¡Ay, dioses! ¡Qué hecatombe has sacrificado!
Hegel: Pero empiezo por nada.
Sócrates: ¿No querrás decir que empiezas por cualquier cosa?
Hegel: No. Justo al revés. Sólo se entiende al final de toda la obra, en la cual me he ocupado de todas las ciencias, de toda la historia universal, etcétera.
Sócrates: ¿Cómo allanaré esta dificultad? Muchas cosas curiosas han de haber sucedido que me llenarían de alegría. Pero, como tú sabes, ni a Polos le dejé hablar nunca más de cinco minutos y tú quieres hablar de veintiún volúmenes?
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