26 abr 2009

La mente no perdona error alguno


Ya que me enteré de que no habrá clases en el DF hasta el 6 de mayo (cosa que me emocionó y al mismo tiempo me ocasionó un ataque de histeria) pensé que solamente podría ir a misa, sin embargo nos negaron el acceso...cosa que me molesta por que me imagino que en la casa de Dios la enfermedad no tiene entrada. Pero bueno al parecer no opinan lo mismo que yo.

Desayuné con mis padres y con un buen amigo, que por cierto nos contó cosas interesantes de su patria, ya que él es de Serbia. Acto seguido de escucharle me cuestioné respecto a esa pobre nación balcánica que ha sufrido incontables tragedias, a lo cual simplemente terminé con una neblina en la mente que no me dejó continuar.

El desayuno no fue en si la gran cosa, pues aunque gozábamos de un espacio completo y absoluto al ser las únicas almas valientes en aquel restaurante, hablando respecto a la influenza, la comida parecía más bien un intento fallido de algo comestible. Repudiaré ese lugar por un buen tiempo.

Terminando semejante desayuno, nos dirigimos a la casa del amigo, una vez ahí nos mostró fotos y alguna que otra cosa típica de su país. Pero mis ojos no pudieron evitar observar un cuadro, donde con una mirada profunda una dama de unos 80 años tal vez, me observaba con un odio tremendo. Me imaginé en ese momento que cuando la retrataron en aquel cuadro, ella no estaba muy contenta con la idea.

Le comenté al buen amigo serbio respecto a aquel cuadro...y la respuesta fue algo que simplemente me dejó atontado y algo de por sí apenado, les comparto algo de lo que pasó en aquel momento:

Yo: Disculpa buen amigo, quién es aquella dama que me inspira cierto temor?
El buen amigo serbio: Oh...es mi madre.
Yo: Al parecer estaba enojada cuando le retrataron no? cuantos años lleva que murió?
El buen amigo serbio: Si si amigo tiene una cara enojada, más no es un cuadro, es la ventana hacia la recamara de mi madre y ella está ahí viéndote fijamente.

Como se imaginarán...la mente me engañó y al mismo tiempo no me perdonó semejante error.

Tendré que visitar al oculista más seguido.

Hasta pronto.

2 comentarios:

J. M. Cuéllar dijo...

Ah, pues se necesita ser tú para confundir una imagen real con una pintura. ¡Despierta y pon los pies en la tierra! Jajajaja. Ntc. Lo que te pasó es sólo una evidencia de que los sentidos son falibles y de que el empirismo se puede ir mucho al carajo. La única verdad irrebatible y última es Dios.

Ah, yo no lamenté tanto la suspensión de las misas. Pero fíjate que me siento raro: no es lo mismo estar en casa y no salir porque te da flojera, que estar en casa y no salir porque te acecha la muerte (aunque también tengas flojera). Me siento prisionero. Siento que éste será el fin.

¡Dios nos agarre confesados!

Anónimo dijo...

Jajaja esta genial y por cierto de conocer a alguien con esa cara, no la volvería ver en mi vida jaja pero q estupendo suceso.
QU3ZADA